martes, 30 de noviembre de 2010

La entrevista al Indio Solari, más allá de las definiciones

Escuché toda la entrevista. Lo noté incomodo al Indio en gran parte de la misma, sobre todo en la primera. Pergolini que es un fastidio, no conoce los silencios. No deja andar las formas que el lenguaje encuentra en un indio que además de todo estaba poco descansado, y molesto. Después se le fue pasando. Supongo que entre tanda y tanda, entre canción y canción se lo habrá hecho saber. Alguna que otra vez se lo hizo saber al aire. Cuando comentó que no creía en la psicología, o en los psicólogos, o algo semejante -todo a raíz de sus fobias hoy mencionadas unas cuantas veces- con Adri (psicóloga ella) nos miramos algo confundidos. No creo que el indio crea ello. Lo he leído al respecto del psicoanálisis de otras formas. Supongo, me animo decir, que no tenía más ganas de darle entidad a los atributos de sus fobias, cuando el conductor se metía por donde se olvidaba que incomodaba. Siempre supuse que, un Indio que lo pretende controlar todo, cada tanto se incomoda con aquella que en su verba se le escurre. Cada tanto se preguntaba “como llegamos a esto”... mirando en su pasar algunas cosas dichas, algunas queriéndolas desconocer. Siempre en todo aquello donde lo que se busca también es la perfección, surgen lugares para las fobias. Creo. Pero capaz que no. Hubo algunos pasajes más jugosos que otros. En muchos medios ya se resaltaron sus definiciones políticas. No dudo de ellas. Solo que creo que el indio intentó decir algo menos de lo que finalmente iba a decir.  Inmediatamente también, invocado por el conductor, dijo algo así como que estaba diciendo con cierta inocencia lo que luego se utilizaría de modos varios. El conductor daba a entender que lo que se intentaría utilizar de esos modos  -por el oficialismo- era al propio indio. Siempre un Pergolini muy apresurado. De todos modos, el indio manejaba para entonces un lenguaje un tanto despreocupado al respecto: "yo no manejo muy bien esas cosas"... Pero ya había dejado en claro sus definiciones sobre este tiempo político. Ya había hablado de Néstor. Y de los cojones de Cristina. Por otros momentos escuché a un Indio que aunque cansado, sereno. Con los mismo anhelos de siempre, pero con los modos de estos años. Un indio menos precipitado que el que consumimos en aquellos años precipitados. El conductor no estuvo a la altura de indagar sobre aquellos y estos años. No supo conducir el espacio que podía regalarle el tamaño del entrevistado, en el momento del entrevistado. Quizá, también supuse, no hubo una reflexión social (al margen de la política, por las carencias del conductor). Lamenté que esta vez también sea él quien le haga la entrevista. Porque de música tampoco indagó lo suficiente. El indio explicó de algún modo el encuentro, expresando cuidar ciertas relaciones que en el tiempo han resultado de afinidad. Y agradeció al medio -rock & pop-, más allá de quienes sean sus protagonistas.  

viernes, 26 de noviembre de 2010

Se sancionó la Nueva Ley de Salud Mental. ¿Cambio de paradigma?

Según nos informa PDI, sus principales ejes:

  • Establece que el 10 % del presupuesto de Salud sea destinado a la Salud Mental
  • Que se deje de practicar la vulneración de los derechos humanos en los manicomios, que estos devengan centros de atención de salud y no de encierro.
  • Que sea una ley de Salud Mental, no una ley para la enfermedad mental. Estoy implica que sea pensada para toda la población y no solo para aquellos que han sido captados por el sistema de encierro.
  • Repensar el perfil profesional: impone la necesidad de reformular el campo de la formación profesional para que entre otros saberes los profesionales de la salud conozcan los derechos de los pacientes, evitando que la formación se limite a enseñar a los profesionales a trabajar en el mercado.
  • Propone la desmanicomialización: Prohibición de habilitar nuevos hospitales monovalentes de internación tanto públicos como privados. Los actuales hospitales a su vez deberán adaptarse a lo que dice la ley hasta su sustitución definitiva.
  • Propone también la desjudialización: Implica desnaturalizar la participación del Poder Judicial en el campo de la salud mental. Si bien esta participación en parte es necesaria, claramente el sistema judicial ha asumido el rol de determinar estrategias y políticas terapéuticas, subvirtió su rol. La nueva ley propone dos cambios:
  • - Por un lado que los jueces no puedan ordenar internaciones. Solo podrán autorizar o no la orden de internación que parte de los equipos interdisciplinarios de salud. Debemos diferenciar a su vez aquellos profesionales que trabajan dentro del sistema judicial, de los que trabajan en el sistema de salud. A estos últimos corresponde la orden de internación.
  • - En relación a las externaciones. Una de las razones por las que cuesta dar las altas es además de la cuestión social la falta de respuesta del Poder Judicial cuando se pide su autorización. Por lo tanto esta ley propone que las altas sean facultad exclusiva del grupo de salud sin requerir la autorización del juez. Su negativa para las altas se debe a que muchas veces el sistema judicial es victima del temor a la cuestión de la inseguridad, poseen el prejuicio de los “pacientes peligrosos”.
  • La democratización del campo de la Salud Mental, esto implica que los equipos de salud sean horizontales e interdisciplinarios en lo que respecta a las decisiones, a la vez que propone la necesidad de incluir a los pacientes en la toma de las mismas.
La atención al campo de la salud mental en la Argentina resulta una real e invisibilizada asignatura pendiente, ojalá puedan empezar a darse los pasos necesarios para cambiar tanta desatención. Ojalá!

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Leer lo que lee Sarlo

Desde hace un tiempo que leía a Sarlo con la esperanza de -más allá de saber a priori que no iba a coincidir prácticamente en nada- encontrar otra punta para repensar alguna cosa que uno del todo no veía, en la urgencia por desarrollar un punto de vista. Lógicamente, el de uno. En Sarlo entonces, podían aparecer esos elementos para entender aún más a quien analizaba la política desde algún balcón de un piso alto de una aseñorada avenida de espaldas a una enorme, pulcra y reluciente biblioteca. A veces más de espaldas que otras. Y también para tener más elementos para construir sus escuchas, los complejos sujetos de sus deseos políticos.
Desde hace menos tiempo, abandoné ese ejercicio. Desde que siento que no le habla a más nada que a las calcinas gradas de La Nación, sin más interés que advertirlos del pulso ordinario y sobre todo del extraordinario de la cosa política. Hoy me encuentro con uno de esos extraordinarios, ahora cuando leo cosas  tales como que los intelectuales ya son para el kirchnerismo su tierra fértil. Ahora son. "El kirchnerismo intervino, creo que sin demasiada conciencia de lo que estaba haciendo, en esa batalla cultural. Néstor Kirchner no era un político interesado en ganarla, hasta que descubrió que esa victoria era importante porque se trataba de gente dispuesta a llevar su línea a los medios...". De la inexistencia a la noticia!, dice Lucas, (quizá sea el rasgo positivo, aunque sospecho que baja la guardia porque dando entidad, ella como tantos, también han de reconstruir la suya). Pero mientras tanto las cosas pasan. Y vaya si pasaron en estos años. No soy tan optimista como el ingeniero. Creo que a esta altura, si no apela al reconocimiento se queda sin discusión.   

martes, 23 de noviembre de 2010

domingo, 21 de noviembre de 2010

Que rareza este futuro

Seguimos sintiendo. Amaneciendo. Repercutidos por las cosas que en vez de pasarnos se quedan con nosotros. Nos dicen cuanto se proponen decirnos. Escuchamos lo que podemos. Vienen siendo días de los que no pasan, se quedan. Uno, que acostumbrado a que sigan camino, no sabe que hacer con ellos. Leo el diario en papel, con los digitales me viene pasando que los leo cansado, con las mismas ganas que voy a la oficina. Por eso los suspendí, por unos días. He tomado una decisión: leer tan solo lo que ante mis ojos me despierte. Me arranque del destemple de un monitor despreocupado. Se me ocurre una cosa: no me gusta la imagen de verme frente a un monitor. Últimamente, ando a disgusto con sus imágenes, intensas por jodidas, que han cobrado ante mí la estupenda autoridad que les da saber hacer daño. Sigo con la selección del diario. Hoy leí una nota sobre Tandil: Sigo pegado, pensando en ello. Pensando que estoy invitado a hacerlo porque por allí hay algo que me espera. Tengo necesidad de estar por ahí, aunque soy bastante vago. Lo estoy bastante. También una nota ilustrativa sobre la Vuelta de Obligado, denominado "La vuelta de la soberanía": http://sur.elargentino.com/notas/la-vuelta-de-la-soberania. Me gusta que cobren importancia este tipo de episodios, que sean también aquellos que nos definan. Que empiecen a serlo. En la nota sobre el Indio en Tandil comienzo a suponer que pasan cosas similares. Lástima que no encontré su edición digital para compartirla. Supongo que lo que sucede con estas cosas es que por empezar a definirnos en este tiempo, nos redefinen en aquellos. Nos sueltan allí, en el lugar del que vinimos. Estas son las continuidades pasadas que me agradan. Son las que irremediablemente nos convocan a decirnos cómo nos vemos siendo, sin dejar de atender cómo nos dijimos que fuimos. Cómo y cómo, tanto antes, tanto ahora. Cómo sus nexos, cuáles. Cómo nos construimos en nuestra cotidianidad en disputa, aquel relato que nos conduce desde allí hasta ahora. Son los cómo que me digo para la política. Y para la historia. En estos días hablé con más de uno sobre el suponer que en los recitales del Indio y de los redondos antes, se deja ver, desordenadamente, entre líneas y no tanto, las estridencias de cada tiempo social, político. Cada tiempo nuestro. Desde la puesta en escena hasta las formas en que la gente disfruta con el espectáculo. Las formas de la libertad. Sus posibilidades. De nuevo las formas, las de este presente, las que han hecho carne, han encontrado un lindo cuerpo a lo explosivo de algún tiempo. Lo mismo con la política, con sus jóvenes. Lindo cuerpo aunque no todo cuerpo. Hay acto aún disímil, pero con un pulso que me gusta. Que me tiene en su interior, como a otros tantos. Seguiré pensando en este tiempo y en aquellos. En la política, en el rock. En las amenazas cotidianas que soplan con tanta gana. Que empujan, que invitan a despertarme provocado y decidido. Paciente, cómo sino. Pero pescando las imágenes de este tiempo. Si no van a pasar, entonces las guardo.           

lunes, 15 de noviembre de 2010

Sueños desnudos

Que fin de semana! No hubo ni dados redondos ni chances torcidas. Dormimos poco y mal. Dormimos soñando tanto. Viajamos, nos perdimos irremediablemente. Nos reímos. Nos encontramos en una ciudad que fue nueva y nuestra. Supongo que situaciones como las de Tandil de este sábado son propicias para verse, uno, siempre, estando y siendo. En ese suspenso que sabe decirnos tanto de nosotros. Que no deja de hablar. Suspendidos de lo ordinario, sin ganas de saber de que se trata. Viviendo el segundo. Como esos momentos que duran lo que tienen que durar. Porque son de ese modo. Excepciones de los hábitos. Son el vuelto del orden. La parte magra del confort. La reserva que uno esconde y guarda imperiosamente para estas ocasiones. Pero como la pierde de vista no sabe cuanto guarda ni para qué ocasiones. Hasta que lloramos porque nos llega esa emoción que nos hace acordar en que pensábamos cuando la guardamos. Qué queríamos ser. Qué somos. Qué queremos y no que creemos. Esos días que se parecen a la libertad. De grietas. De sentidos, todos. De angustias vivas. De resurrecciones. De aguas feroces y festivas, decididas. El show del indio me excedió.  Me perdió en la figura de un lugar amorfo y sin conocidas armas de contención. Otro signo de libertad. Falta de referencias pre-construidas. Un campo enorme. Enorme de gente que trazaron sus formas y entonces sus formas de contención, desesperadas. Como podían. Frágiles pero libres.  Como pudimos. Lindas. Vivas. Provocando que pase lo que tenía que pasar. Fingimos ser seres enteramente felices. Lo vimos al indio en su enorme expresión. Que animal! Sin más melancolía que las propias que vienen con los ricos tragos. Uno tras otro. Que bueno que haya ocasiones que nos exijan esa feclidad. Que raro. En ese estado de cortesía que dan esos momentos cuando todo se ha transformado. Todo es lo que no es. O sea, sujetadas en un tiempo que las cosas son. Y somos con ellas: frágiles y felices. Viejos muertos que se encuentran volviendo a la vida. Somos emociones que caminan a encontrase con otras, en calles que aunque lentas pueden disfrutarse. Porque pueden padecerse. Porque hay menos filtros que en los días de oficina. Hay más coraje. Con dolor también pueden disfrutarse las calles oscuras. Por desnudos expuestos. Por nuestra apasionada historia puesta en acto. Encontrando amores nuestros. Así, irruptivo, feroz, festivo, callado. Mirando por nuestras ventanas con los cerrojos en las manos. Mirando los cerrojos. Riendo. Mirándolos de nuevo. Andando en la ruta. Y fijando la vista cuando nos habíamos propuesto otros desafíos. Pensando en tanto. Con ganas de sueño. Sin luces. Echando de menos mucho. Pensando en la eternidad: esa palabra que no tiene meritos para estar en nuestro diccionario. Porque no tiene entidad sin Dios. Y Juan dormía derretido en el asiento. Gretel, ibas y venías. No hacía falta que despiertes. Descansá. Y Fer que le hablaba al silencio. Los dos hablamos a la noche. Escuchando su voz. y mirando sus guiños. Y la voz de León. Volanteando sorpresas en cámara lenta. Sintiéndome de bajo del agua, asomando la cabeza de tanto en tanto. Por suerte fue bajando el agua y no tuvimos que hacer tanto esfuerzo por asomarnos. Cada vez más espesos. Pensantes en el aire. Ausentes cada tanto. Buscando aquel sitio de los sueños. Supe que en esa oscuridad silenciada de la noche no podía pasar nada malo, sabíamos que auque oscuro el sol no había muerto.
Vuelvo cansado. Preocupado por lo de todos los días. Me guardo algo de reserva. Me digo donde. Trato de decirme para qué. No hago gran esfuerzo por ello. Desconfío que me acuerde. Aunque no me seduce la idea, sé que espero una próxima ocasión para acordarme. En marzo, eso sí lo sé, volveré a fingir como el sábado. 

jueves, 11 de noviembre de 2010

Creímos

Una mirada. Los que llegamos a sentirnos kirchneristas supímonos parte de los días que la política recobraba su lugar y que nosotros nos hacíamos un lugar en ella para, entusiasmados, defenderla. Porque creíamos. Porque decidimos creer. Y ello, sobre todo después del 2001, era toda una definición ante una izquierda que permanecía incurriendo en días completos de ajenidades. Lugares comunes para una época que empezaba a reclamar posiciones tomadas. Cuando desde el 2003 supimos que la política nos requería, algunos sentimos extrañeza e ilusión. De a poco fuimos perdiendo la primera y sintiendo afinidad por la segunda. Algunos, supongo, que no podían sentir afinidad, no salieron nunca de la extrañeza, del descrédito, de las certezas destructivas y de las críticas incapaces. Hasta los primeros meses del 2003, milité en un partido de izquierda que se autodeterminó lapidar un incipiente pero nada despreciable capital político, sobre todo en tiempo que esos capitales eran un tanto laxos. Electorales. Pero siendo un partido de izquierda que comenzaba a ser un emergente del descrédito generalizado de la política, no podía cometer tal irresponsabilidad. Eso pensaba cuando me fui, desilusionado, a pocos días de intentar entender lo inentendible. Casi me escapé. Ese partido, que como alguna vez se dijo, clandestinizó no solo a sus electores sino además a sus militantes, por no coincidir con la línea extrañamente (en ellos, claro) “verticalista”, se automarginó de la escena de la política cuando decidió lo que decidió sobre dos hechos sustanciales para la vida política argentina. Por un lado, dándole el visto bueno al avance del macrismo en la Ciudad de Buenos Aires, retirándose de las definiciones, quitándole importancia a lo que se ponía en juego una vez situado a un lado del mismo, en una segunda vuelta que, de todos modos, Ibarra logró ganar. Por el otro, y más grave, absteniéndose a votar sobre un hecho que afortunadamente marcaría toda una época: la anulación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Ya para entonces, toda una secuencia de definiciones. Esa izquierda y otras tantas, tuvieron, en el transcurso del tiempo que lidiar con los lugares que ocupaban —y los que compartían— con los enemigos históricos de los intereses de la nación. Enhebraron mil argumentos, pero nunca, a diferencia de muchos de sus militantes, salieron de allí.