lunes, 27 de junio de 2011

Viejo, se fue river



No es momento de análisis. Lo voy a decir sin un puto rodeo: es el día más triste de mi vida. También el más extraño. Sobre todo por eso, porque ahora mas que nunca me quedé sin seguridades. En el aire. Desentendido. Me cago en las interminables cadenas de lógicas siempre conclusas que consideran las tristezas de forma atomizada. No hay jerarquías para la tristeza: o se está o no se siente un carajo. Y lo que se siente entonces es aquello que irremediablemente nos convoca a mirar nuestras vidas. Y a vernos, siendo y sufriendo, en ellas. Lo voy a decir con más o mejor gana: un poco más o un poco menos, para tantas otras tristezas supongo haberme preparado. Aunque luego me partan en dos, uno hizo el esfuerzo de prepararse. Y a las que vendrán las espero desde la resistencia que mi experiencia me conceda. Sin más ni menos. Y como pueda. Pero para ver a river irse a la B, para imaginarlo al menos, nunca estuve preparado. Algunos consideran que determinadas situaciones cuando pasan por el filtro de la razón entonces liberan su fuerza (razón fuerza) para entrar en la dimensión de lo relativo, frente a las verdaderas angustias de la vida. Como si frente a la muerte y las pérdidas, lo demás sea relativo. Como si las muertes sean de un solo modo. Y otra vez: o la razón se está peleando con la vida o la está suprimiendo para dejarla vacía. Todo frente a la muerte es relativo porque nada se puede comparar con la muerte. Porque la muerte significa, entre otras cosas, clausura, de todo. Entiéndanlo de una vez: en la Argentina el fútbol —porque ese es un espacio de resistencia a buena parte de las enfermas categorías de la modernidad— se caga en la razón, se lleva a los golpes con ella. Y yo seguiré celebrando por ello.     
Cuando era muy pibe, disfrutando de esa inocencia que ser pibe te permite, un día supe que era hincha de river. Supongo que como los grandes amores, uno no sabe muy bien como comienzan siendo, pero lo son, porque entre la piel y el corazón desaparecen las fronteras y los peros. No se si a los 2, o a los 3, o a los 4 años abandoné el binomio platense-independiente para ser un feliz y enfermo hincha de river. Sobre todo un feliz hincha de river. Mi viejo, que nunca me transmitió la pasión por el futbol porque nunca la sintió, sin embargo me hizo amar a river. Eso porque supo comprender mis llantos por river. Supongo que la figura de mi abuelo pesaba, porque  el viejo más viejo sí que se enfermaba por river, en el lugar del planeta donde river jugase. Y hasta en ese lugar del planeta al que un día se fue contento, con la radio que yo le había llevado para gritar sus últimos tres goles frente a Mandiyu de Corrientes. Cuando llegamos con mi viejo a la clínica, después del partido, el viejo Jaime se había ido. Siempre pensé que esa radio que se paró con él, sin embargo iba a continuar encendida durante tantísimos años. Mi viejo tenía un hermano que yo no conocí. Un tío del que en casa se hablo siempre nada. A los 18, muy jovencito y estando muy enfermo, se fue. Eso dicen. Vivió casi los fatídicos 18 años que river estuvo sin salir campeón. Hasta entonces la mayor tristeza para el mundo river. Tristeza muy padecida por él, muy fanático.
Aquel river, cuando se recuperaría, definitivamente confirmaría ser el club mas grande de la Argentina, un gigante que no paró de ganar, pero que sobre todo no de dejó de hacernos sentir orgullosos a quienes lleváramos su bandera desde los 80. Porque nos hacía defender, siempre, que las cosas en la vida se conseguían con buen juego, con esfuerzo, con elaboración, con tiempo. Con la dedicación placentera de la búsqueda tozuda de las cosas. River ha sido de esos bastiones identitario que nos han hecho sentir diferentes, mejores mucha veces, aun cuando no cristalizábamos buena parte de esas búsquedas. River era para mí esa reserva que cuando la cosa se ponía brava, me recordaba que había un modo para salir. O varios, pero no todos. Que el mundo river te pedía esfuerzo pero te pedía talento sobre todo. Que el camino era largo, que había que aprender a ser mejores. Pero también que la pasión y la historia eran tan grandes que sin perder la reflexión valía disfrutar con el alma cualquier triunfo, a veces también, bajo cualquier medio. Y porque los resultados estaban a la vista. El semillero de river brillaba, estaba a la espera de brotar jugadores a la primera. Los nuevos jugadores, los próximos ídolos de los cuales uno se enamoraba, y los próximos jugadores de la selección nacional. Reafirmar que river ha promovido los mejores jugadores de la Argentina es ser muy recurrente. Nadie duda de ello. Y esto además de todo, es un juego que lo sabe disfrutar quien mejor lo sabe jugar. Entre esos ídolos estaban los que aprendí a dibujar interminablemente sobre la cualquier papel de descarte. Los ídolos que me exigían diseñarles nuevas camisetas de river. Pensar muy alegremente en posibles e imposibles novedosos diseños. Esperar las nuevas camisetas y ver cuan conforme estábamos de ellas.
Y como mi viejo no me transmitió la pasión por el futbol, desde ese orgullo por river empecé a descubrirla. Y a defenderla. Y mi viejo, que no gustaba mucho de ir a la cancha, nos llevaba con mi hermano a las tribunas visitantes porque eran más baratas. Desde allí admirábamos la local, admirábamos a river. Hasta que la tardía niñez y la temprana adolescencia nos tendrían en todas las canchas sin la tutela de nuestro viejo. Ya no teníamos mucha tutela de nuestro viejo. Pero estábamos en todas las canchas defendiendo a river. Con nuestros amigos juntándonos siempre, reconociéndonos en épocas sin teléfonos celulares, con solo levantar la mirada, en cada rincón de la popular del monumental.  
Luego River sería también un espacio de resistencia: la política, el rock adolescente y river se trazaban desde las mismas premisas y redescubrían valores para ser defendidos. O claro, al menos yo lo sentía así. Sin ir más lejos, desde adolescente me apasionó la discusión de los medios de comunicación. Por entonces desde los medios insistían con una premisa que era tan falsa y binaria que en pocos años no la pudieron sostener: el mito de la hinchada de boca, popular, fiel y seguidora. Una construcción mediática sostenida bajo la condición de que la permanente, tensa y conflictiva conformación identitaria es una y para siempre. Un dispositivo mediático que en épocas de discurso único tenía más éxito que ahora, claro. Les duro poco y  a esta altura nadie está en condiciones de afirmar tal mañosa presunción. No tienen ni los números ni el imaginario a su disposición. 
Ayer en la cancha por momentos buscaba en sus rincones alguna explicación, reconocía en ellos a tantos y tantas que estaban allí, que habían vivido interminables emociones riverplatenses conmigo alguna vez. Tantos partidos, tantas previas, tantas “fabricas clandestinas de entradas”. Y bondis, y trenes. Y birras, y peleas absurdas. Tantas charlas buscando explicaciones a las derrotras más dolorosas, tantos silencios algunas veces, y tanta euforia de la linda por sobre todas las cosas. A algunos de ellos necesite verlos antes de entrar a la cancha. Para sentirme un poco más fuerte. Pensaba en Jorgito y Gonza, amigos de la vida, pero sobre todo entrañables amigos de river. Pensaba en los que no están y en los que están ausentes pero sufriendo por river. Y que tantas veces y tantos años sufrieron conmigo. Y en su amor por river. A alguno de ellos lo busqué mirando para la San Martín y lo reconocí también llorando por su river. Y pensaba en quien de estar conmigo en el monumental estaría atormentada por los disturbios, con mucha razón. Pensaba en mi familia pegada a la tele, sufriendo y desayunándose con que lo imposible era real. Y seguramente en que iban a querer analizar lo que para mi era indecible. Pensaba en mi abuela que tantas veces me preguntaba qué le pasa a river, aun cuando ganaba todo pero empataba algún partido inesperado. Y pensaba en los que se fueron hace poquito sin siquiera imaginarse esto. Todos fervorosos hinchas de river. Y pensaba también en los que sin ser de river, acompañaron el sentir desesperado de estos días, con un cariño admirable. Pensaba en los que sin estar tanto sabían del sufrimiento y entonces acompañaban entendiéndome.
Y lo miraba a mi hermano siempre que podía, le pasaba la medallita de Oscar, sentía el éxito de ese ejercicio buena parte del partido. Y aunque el ejercicio finalmente no fue exitoso, por lo menos estuvimos con él. Y pensaba que aquella radio que siguió sonando cuando se fue el abuelo era la que nos tenía llorando juntos frente al gol de Pavone. Pensaba más tarde en los millones de hinchas de river del país y del mundo. Y le decía a mi hermano, siempre que recuperaba la voz: “Diego, se está yendo river”. Y no me contestaba. No había nada más que decir. Teníamos muy presente, una vez más, en circunstancias de definiciones, la mano de Grondona y la impotencia por tanta claridad en la intención de Pezzotta. La tan miserable actitud y forma de conducción de Passarella, en la oscuridad de la sombra, a mi juicio principal responsable de este desenlace. Pero era el final del juego, de la historia, y de la inocencia: river, el que miraba a todos desde arriba, el más campeón (por muy lejos) de la  Argentina, estaba perdiendo su condición de intocable. Pero no de gigante, y por eso el dolor. Por eso lo inexplicable. Por eso a pocos minutos del final le arrancamos a un river muy enfermo el poco aire mentiroso que le brindaba su insoportable respirador, porque ya no se aguantaba más. Esto debía terminar. Ya estaba.
Porque era la hora de la ira, del llanto más violento, del pelearse con una historia tan rica que no nos daba esas explicaciones que ni siquiera queríamos escuchar, que nos dejaba solos pero siendo millones incrédulos, consternidos, sospechando de la realidad, dándole batalla para que no sea. Ahora, en pelotas, como pocas veces. A reinventarnos, nosotros, los hinchas. No River. O no primero river. Primero a asimilar el golpe. A revisar nuestra historia. A permitirnos ver que la cosa cambió. A vernos en el cambio, por lo pronto, distintos. Ya habrá tiempo para el análisis. Ahora es el de la bronca tan pero tan mezclada con el sentimiento que ni un segundo nos permite dejar de estar convencidos de lo que me dijo una vez un amigo, entre llanto emocionado y preciosa borrachera: RIVER ES TAN GRANDE que no hay forma de explicarse nada de nuestras vidas sin referirnos a él. Y para muestras sobra un botón: el mundo asombrado de la caída de quien jamás habría sospechado que pudiera caer.   

3 comentarios:

  1. "le arrancamos a un river muy enfermo el poco aire mentiroso que le brindaba su insoportable respirador"
    Imposible explicar mejor ese momento, eso que nadie entiende, o mejor dicho, que la gente que no siente eso por un club no puede comprender.

    Saludos!

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  2. Intensas y sentidas palabras de un momento muy triste e inesperado.. donde la tristeza se hace menos amarga al ver que el cariño por esos colores perdurará mas allá del tiempo y las vicisitudes que nos depare la historia..

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  3. Gracias por los comentarios! Ahora solo pienso de qué modo seré posible sacar del club al autista que nos mandó a la B: Daniel Pasarella. Esto, antes que los próximos malos resultados demanden su salida. Abrazo riverplatense!

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