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Por lo menos confiesan sus verdaderos deseos, que hasta ahora son tan solo de ellos. Es que entre tanto consumo también cargan con las miserias de un discurso falaz que se monta sobre sus más fieles deseos. Oscuros deseos de discriminación disfrazados de 50 cuotas para el plasma. Sabrán estos infelices operadores de las más profundas alcahueteadas que jamás nadie ha reclamado por ese menú tan cicatero. Tan solo puede convivir en aquellas personas rancias de espíritu y negadoras de cualquier forma de solidaridad. Me pregunto: qué carajo les pasa con la sociedad que la escupen instintivamente? En que espejo miran sus vanidades de copetín? Sepan de una vez que quienes pagan el costo de esos lindos plasmas, chiches de importación y autitos nuevos que seducen su angustiosa impotencia espiritual, son justamente aquellos quienes, a ustedes, señores afortunados, les gusta tanto señalar. Lo pagan así, como lo ves, reclamando por un techo donde sea y como sea. Pero a vos te molesta verlos porque lo que ves se parece tanto y tanto a tus miedos. Ellos pagan tus miedos sin salud, huyendo de tu policía. Y demasiado hacen por la tranquilidad de tu techo. Pagan sus impuestos, más que vos. Porque pesan sobre su sueldo más que sobre el tuyo. Se los cobra ese Estado al que llamas para que haga justicia, en cada litro de Santa Brígida de la que vos sospechas. Trabajan con su cuerpo, más que vos. Pesa, sobre su lomo, más que sobre el tuyo. No tienen la prepaga que vos pagas porque vos les dijiste que los pobres vayan a hospitales pobres. Ya no les duele tanto el cuerpo como declama el tuyo. Saben que no tienen escucha. Tu sheriff sabe pararse en la puerta de la guardia hospitalaria aunque vos estés en la clínica de enfrente. Como te gusta sentirte otro, un pelotudo grandote pero diferente! Ellos no mandan a sus hijos a los colegios privados para que sus chicos pobres no jueguen en los recreos que juegan tus hijos. Y como te gusta ese patio ordenadito! Mirás de reojo quien está en la plaza del barrio, para ver si llevas a tu hijo. Preferís que los otros jueguen en los yuyos del Indoamericano. En el patio de atrás abandonado, a espaldas del que juegan tus hijos. Tu gentileza te abruma cuando invitas a sus mamás a que limpien tu casa. En el mejor de los casos le pagas un aguinaldo compartido. Le pedís hasta que te planchen las medias. Que te cambien las sábanas, que sean considerados. Mientras vas viendo como se dirime tu presunta vida de señora. O salís cumplidor a pecho erguido a lavar el auto el domingo. Que bien portas esa manguera! A vos y a ellos, el Estado les paga el transporte, el más económico de Latinoamérica. Los impuestos que tan ciudadana te hacen sentir te los subsidia también el Estado: a vos más que a ellos, claro. Porque son tus servicios más que los de ellos. No seas presumida, si no lo charlas en tu sesión semanal al menos hacelo en la peluquería de sábado. Ahora, sincerate rubia: si querés todo ello que reclamas acercate a la olla que el guiso alcanza para todos. Y tráete un abriguito que la brisa sí que se caga en tus distinciones.