domingo, 21 de noviembre de 2010

Que rareza este futuro

Seguimos sintiendo. Amaneciendo. Repercutidos por las cosas que en vez de pasarnos se quedan con nosotros. Nos dicen cuanto se proponen decirnos. Escuchamos lo que podemos. Vienen siendo días de los que no pasan, se quedan. Uno, que acostumbrado a que sigan camino, no sabe que hacer con ellos. Leo el diario en papel, con los digitales me viene pasando que los leo cansado, con las mismas ganas que voy a la oficina. Por eso los suspendí, por unos días. He tomado una decisión: leer tan solo lo que ante mis ojos me despierte. Me arranque del destemple de un monitor despreocupado. Se me ocurre una cosa: no me gusta la imagen de verme frente a un monitor. Últimamente, ando a disgusto con sus imágenes, intensas por jodidas, que han cobrado ante mí la estupenda autoridad que les da saber hacer daño. Sigo con la selección del diario. Hoy leí una nota sobre Tandil: Sigo pegado, pensando en ello. Pensando que estoy invitado a hacerlo porque por allí hay algo que me espera. Tengo necesidad de estar por ahí, aunque soy bastante vago. Lo estoy bastante. También una nota ilustrativa sobre la Vuelta de Obligado, denominado "La vuelta de la soberanía": http://sur.elargentino.com/notas/la-vuelta-de-la-soberania. Me gusta que cobren importancia este tipo de episodios, que sean también aquellos que nos definan. Que empiecen a serlo. En la nota sobre el Indio en Tandil comienzo a suponer que pasan cosas similares. Lástima que no encontré su edición digital para compartirla. Supongo que lo que sucede con estas cosas es que por empezar a definirnos en este tiempo, nos redefinen en aquellos. Nos sueltan allí, en el lugar del que vinimos. Estas son las continuidades pasadas que me agradan. Son las que irremediablemente nos convocan a decirnos cómo nos vemos siendo, sin dejar de atender cómo nos dijimos que fuimos. Cómo y cómo, tanto antes, tanto ahora. Cómo sus nexos, cuáles. Cómo nos construimos en nuestra cotidianidad en disputa, aquel relato que nos conduce desde allí hasta ahora. Son los cómo que me digo para la política. Y para la historia. En estos días hablé con más de uno sobre el suponer que en los recitales del Indio y de los redondos antes, se deja ver, desordenadamente, entre líneas y no tanto, las estridencias de cada tiempo social, político. Cada tiempo nuestro. Desde la puesta en escena hasta las formas en que la gente disfruta con el espectáculo. Las formas de la libertad. Sus posibilidades. De nuevo las formas, las de este presente, las que han hecho carne, han encontrado un lindo cuerpo a lo explosivo de algún tiempo. Lo mismo con la política, con sus jóvenes. Lindo cuerpo aunque no todo cuerpo. Hay acto aún disímil, pero con un pulso que me gusta. Que me tiene en su interior, como a otros tantos. Seguiré pensando en este tiempo y en aquellos. En la política, en el rock. En las amenazas cotidianas que soplan con tanta gana. Que empujan, que invitan a despertarme provocado y decidido. Paciente, cómo sino. Pero pescando las imágenes de este tiempo. Si no van a pasar, entonces las guardo.           

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