lunes, 15 de noviembre de 2010

Sueños desnudos

Que fin de semana! No hubo ni dados redondos ni chances torcidas. Dormimos poco y mal. Dormimos soñando tanto. Viajamos, nos perdimos irremediablemente. Nos reímos. Nos encontramos en una ciudad que fue nueva y nuestra. Supongo que situaciones como las de Tandil de este sábado son propicias para verse, uno, siempre, estando y siendo. En ese suspenso que sabe decirnos tanto de nosotros. Que no deja de hablar. Suspendidos de lo ordinario, sin ganas de saber de que se trata. Viviendo el segundo. Como esos momentos que duran lo que tienen que durar. Porque son de ese modo. Excepciones de los hábitos. Son el vuelto del orden. La parte magra del confort. La reserva que uno esconde y guarda imperiosamente para estas ocasiones. Pero como la pierde de vista no sabe cuanto guarda ni para qué ocasiones. Hasta que lloramos porque nos llega esa emoción que nos hace acordar en que pensábamos cuando la guardamos. Qué queríamos ser. Qué somos. Qué queremos y no que creemos. Esos días que se parecen a la libertad. De grietas. De sentidos, todos. De angustias vivas. De resurrecciones. De aguas feroces y festivas, decididas. El show del indio me excedió.  Me perdió en la figura de un lugar amorfo y sin conocidas armas de contención. Otro signo de libertad. Falta de referencias pre-construidas. Un campo enorme. Enorme de gente que trazaron sus formas y entonces sus formas de contención, desesperadas. Como podían. Frágiles pero libres.  Como pudimos. Lindas. Vivas. Provocando que pase lo que tenía que pasar. Fingimos ser seres enteramente felices. Lo vimos al indio en su enorme expresión. Que animal! Sin más melancolía que las propias que vienen con los ricos tragos. Uno tras otro. Que bueno que haya ocasiones que nos exijan esa feclidad. Que raro. En ese estado de cortesía que dan esos momentos cuando todo se ha transformado. Todo es lo que no es. O sea, sujetadas en un tiempo que las cosas son. Y somos con ellas: frágiles y felices. Viejos muertos que se encuentran volviendo a la vida. Somos emociones que caminan a encontrase con otras, en calles que aunque lentas pueden disfrutarse. Porque pueden padecerse. Porque hay menos filtros que en los días de oficina. Hay más coraje. Con dolor también pueden disfrutarse las calles oscuras. Por desnudos expuestos. Por nuestra apasionada historia puesta en acto. Encontrando amores nuestros. Así, irruptivo, feroz, festivo, callado. Mirando por nuestras ventanas con los cerrojos en las manos. Mirando los cerrojos. Riendo. Mirándolos de nuevo. Andando en la ruta. Y fijando la vista cuando nos habíamos propuesto otros desafíos. Pensando en tanto. Con ganas de sueño. Sin luces. Echando de menos mucho. Pensando en la eternidad: esa palabra que no tiene meritos para estar en nuestro diccionario. Porque no tiene entidad sin Dios. Y Juan dormía derretido en el asiento. Gretel, ibas y venías. No hacía falta que despiertes. Descansá. Y Fer que le hablaba al silencio. Los dos hablamos a la noche. Escuchando su voz. y mirando sus guiños. Y la voz de León. Volanteando sorpresas en cámara lenta. Sintiéndome de bajo del agua, asomando la cabeza de tanto en tanto. Por suerte fue bajando el agua y no tuvimos que hacer tanto esfuerzo por asomarnos. Cada vez más espesos. Pensantes en el aire. Ausentes cada tanto. Buscando aquel sitio de los sueños. Supe que en esa oscuridad silenciada de la noche no podía pasar nada malo, sabíamos que auque oscuro el sol no había muerto.
Vuelvo cansado. Preocupado por lo de todos los días. Me guardo algo de reserva. Me digo donde. Trato de decirme para qué. No hago gran esfuerzo por ello. Desconfío que me acuerde. Aunque no me seduce la idea, sé que espero una próxima ocasión para acordarme. En marzo, eso sí lo sé, volveré a fingir como el sábado. 

1 comentario:

  1. Voy y vengo hace tiempo. No escribí aún. La verba quedó estampada en una maravillosa trivia. Me guardé las gracias, las de siempre, renovadas. Las tengo aún, gracias sin gracias, sigo tratando de usar mi humor a mi favor.

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